martes, 11 de diciembre de 2012

UNA VOZ QUE INTENTAN SILENCIAR

ESCRIBE CONTRA LA IMPUNIDAD

Autores Latinoamericanos Conmemoran a sus Colegas Asesinados
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DENNIS ORLANDO ESCOBAR GALICIA
PEN Guatemala

UNA VOZ QUE INTENTAN SILENCIAR

Ese día, como de costumbre, Exvedi, el joven maestro y escritor por afición, se encaminó cargado de libros y de entusiasmo a la escuela rural donde labora desde hace varios años. En el camino de terracería se encontró con varios de sus alumnos quienes muy atentos y bullangueros le ayudaron a reducir la carga de libros y cuadernos. Todos esos niños, sin excepción, son muy felices con el “profe Ex” (así le llaman cariñosamente) porque a diario les habla de los libros que lee en la noche y de los poemas que escribe, además se los presta para que se los lleven a casa y los lean en compañía de la familia.

Llegaron a la escuela unos minutos antes de que sonara la campana y todos pudieran ingresar al Aula Miguel Ángel Asturias, así bautizada por iniciativa del profe en honor al Premio Nobel de Literatura 1967 que llena de gloria al país del que son oriundos.

El profe Ex inició la jornada leyéndoles a sus pupilos los principales titulares del diario de mayor circulación de fecha anterior. A la aldea, por su distancia de la ciudad, tan solo llega uno de los diarios del país pero con un día de atraso. De esa cuenta para los alumnos de esa recóndita escuelita del área rural es un privilegio tener acceso a la información.

Enseguida de la lectura de los titulares, varios alumnos pasaron al frente a leer el detalle de las noticias. El ambiente se tornó polémico, en virtud de que se preguntó por el significado de algunas palabras de difícil comprensión, además del tratamiento de la información de algunas noticias que después fueron reescritas por los estudiantes.

En esta ocasión la discusión tardó más del tiempo asignado, pues la noticia más relevante fue la de la medalla de plata que un joven tan humilde como ellos, había obtenido en la especialidad de marcha en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Alumnos y maestros estaban profundamente emocionados. Todos querían participar y externar su admiración por el deportista Erick Barrondo que con veintiún años de edad y originario de una sencilla aldea les había ganado a marchistas de gran renombre y de países con experiencia olímpica.

La noticia se prestaba para ser utilizada en el desarrollo de las otras materias que impartía el profesor Exvedi, por lo que en Estudios Sociales hablaron sobre las desigualdades sociales existentes en un país que como Guatemala es rico en recursos naturales, pero que la mayoría de su población vive en pobreza, tal el caso de Barrondo. También se conversó que el Estado guatemalteco destina más presupuesto al Ministerio de Defensa que a los Ministerios de Salud, Educación, Cultura y Deportes.

Hasta para la clase de Matemática se utilizó la noticia, pues los alumnos infirieron a través de los números los recursos económicos que requiere un deportista para tener una alimentación nutritiva. Se sorprendieron al saber que los trabajadores del campo devengan un salario tan bajo que apenas si les alcanza para sobrevivir, y que si se dedican a algún deporte como la marcha que es de los menos costosos, no les alcanza su salario para comprar los zapatos tenis.

En amena discusión estaban todos los participantes, maestro y alumnos, que no escucharon cuando sonó la campana anunciando el final de la jornada académica. Fue el hambre y la llegada de los encargados de limpieza los que los sacaron de tan didáctica y amena discusión. Todos, con la misma alegría del inicio y remedando el caminar del laureado marchista, se encaminaron a sus viviendas a degustar el almuerzo de tortillas y frijoles y a prepararse para las actividades de fin de día. Los alumnos a ayudar a sus padres en las faenas agrícolas y el profesor a calificar los trabajos de sus estudiantes y a organizar las clases del día siguiente.

Ya entrada la tarde, el profe se dirigió al único café-internet de la aldea para investigar temas de su interés y enviar información a diferentes redes, así como también para comunicarse con sus colegas escritores.

Cuando empezaron a salir las luciérnagas de la noche y en los faroles del alumbrado público revolotearon los insectos nocturnos, el profe abandonó el café-internet y se encaminó por una de las pocas empedradas calles de la aldea, llegó a una tienda para comprar alimentos y cuando se disponía a retirarse un individuo que consumía licor se le interpuso en la salida y asiéndolo del brazo lo increpó con palabras soeces.

Profesorcito de mierda usted no hace caso. Ya le dije que deje de seguir sacando esa su revistita con noticias que me dañan. Si no entiende le voy a pagar a unos cuates para que lo manden al infierno.

Bruscamente zangoloteó al profe y lo quiso obligar a que se dieran de trompadas. Al ver que el mentor no accedía a sus deseos le aventó unos puñetazos y le profirió una serie de insultos, gritándole nuevamente que si continuaba sacando su revista le iba a matar.

Con la sensatez que lo caracteriza, el joven editor de la revista sobre denuncias medioambientales se dirigió, en ese mismo momento, a la oficina de derechos humanos de la aldea para presentar su denuncia con pelos y señales. Denunció al individuo que lo había agredido, diciendo que su malestar se debe a que en la revista que él edita se han publicado notas sobre la deforestación, la minería ilícita, la proliferación de basureros en la vía pública y demás temas ecologistas.

De regreso a su casa elaboró un comunicado denunciando el atropello y los continuos ataques de que es objeto por expresar su descontento en contra de quienes afectan el medio ambiente y depredan los recursos naturales. Lo concluyó a media noche y se dispuso a dormir, pensando en la escuela y sus alumnos, y en enviar el comunicado vía internet a los medios de información del país, a las redes sociales y organizaciones pro defensa de la libertad de expresión, tal el caso de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG), El Centro PEN Guatemala y el Centro de Reportes Informativos sobre Guatemala (CERIGUA).

“La libertad de expresión es vista como un tabú en muchas regiones de Guatemala, y los comunicadores sociales corremos muchos riesgos”, dice Exvedi en su denuncia publicada en la revista Códice del PEN Guatemala.

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El tiempo ha transcurrido y el atentado contra Exvedi continúa impune, mientras él, pese a la zozobra, continúa ejerciendo su labor docente para obtener un salario y poder sobrevivir, y enviando sus escritos periodísticos a diferentes medios alternativos.

¡Esperamos que nunca lo logren silenciar!


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